Todas las madres deseamos ver a nuestro hijo CRECER. ¿Qué pasa si se queda estancado, si no aprendiera nunca a comer por sí solo, o que no aprenda a girar o caminar por sí mismo, o que no pudiera ir al baño solo? Esto nos traería mucha tristeza.
Lo Natural es que el niño crezca. Nuestra labor es acompañarlo en ese proceso, ayudarlo para que poco a poco pueda desarrollar al máximo el potencial que Dios tenga para él, pero sobre todo para que crezca en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 3:18).
“Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.”
2 Pedro 3:18
Cuando pienso en crecer pienso en, ¡Un Árbol! Los cipreses, los cedros, el roble son árboles majestuosos, de maderas sumamente finas y valiosas. Árboles fuertes que resisten impetuosos vientos y lluvias, y son utilizados para fines increíbles. Son tan altos que parecen llegar hasta el cielo, y cuando los miras te inspiran paz.
Creo que toda madre desea que esa pequeña semillita que está hoy entre sus brazos crezca para convertirse en un gran árbol. Que sea una persona fuerte en Dios para enfrentar las tormentas que la vida le pueda presentar, que desarrolle al máximo sus talentos y dones dados por Dios para bendecir a las personas que le rodeen, y que pueda tener una intimidad con Dios tan profunda, que le permita vivir en las alturas de la comunión con Dios.
Sabías que, ¿La mayoría de los robles requieren por lo menos 20 años antes de que sean capaces de producir una bellota? El crecimiento de estos árboles es muy lento, comparado, por ejemplo, en lo que tarda el Maizal en dar fruto. Éste puede tardar solo 1 año desde que la semilla germina, sin embargo, el maíz muere rápidamente y es una planta muy débil, mientras que el roble puede llegar a vivir hasta 500 años.
Si quieres ver crecer un roble o un cedro, necesitas mucha paciencia. En la maternidad la paciencia también es una pieza fundamental. La primera infancia de los niños es un tiempo de mucha siembra, y quizás no logres ver sus frutos. Pero, ten por seguro que, si estás sembrando, a su tiempo el fruto llegará, y cuando empieces a deslumbrarlo, ¡Prepárate para celebrar!

PARTE 1
Lucas 2:40 “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él”.
Lo primero que vemos es:
“EL NIÑO”: Término que se refiere a un niño pequeño, puede ser desde recién nacido, hasta un niño un poco más crecido.
El contexto del pasaje es lo único que sabemos de la vida de Jesús, una vez que fue presentado en el templo, aproximadamente 40 días después de nacido, y antes de los 12 años cuando Jesús estaba en el templo oyendo y haciendo preguntas a los doctores de la ley. Entonces podríamos decir que este versículo describe toda la primera y la segunda infancia de Jesús. Así que, lo que sabemos de Jesús en esta etapa de infancia es que CRECIA.
Crecer significa: aumentar, volverse más grande. Es el crecimiento natural de las cosas, es decir, su cuerpo crecía de forma natural, su estatura y su peso.
Como madres o padres nos toca velar porque el cuerpo de nuestros hijos tenga el crecimiento adecuado para su edad. Cuando son bebés deben aumentar mucho peso en muy poco tiempo, y debemos estar atentas a esos aspectos importantes.
Debemos cuidar de que no exista una desnutrición, esto es, una ingesta deficiente de nutrientes, que lo puede llevar a un estancamiento en su crecimiento físico y hasta en un retraso en su maduración.

Por otro lado, tenemos como labor evitar que los niños sean obesos. Los niños solo comen aquello que los adultos les facilitan, así que un niño obeso es completa responsabilidad de un padre o madre que no vela por una buena alimentación. Si permitimos que nuestros niños lleguen a la obesidad es muy probable que esta condición se mantenga el resto de sus vidas.
Como padres cristianos debemos mostrarles que Dios formó nuestro cuerpo de manera perfecta, (Salmo 139) y que debemos cuidarlo. Cuando reciban a Cristo en su corazón, deben saber que nuestro cuerpo es el Templo del Espíritu Santo y este debe estar saludable para que podamos llevar a cabo todas las tareas que Dios tenga para nosotros.
Puedes enseñar como Dios creó todas las cosas, entre ellos, las frutas y las verduras para que las comamos.
Génesis 1:29 “Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.”
Cada área de nuestra vida debe ser una oportunidad para que los niños conozcan algo del carácter de Dios. La creación de las frutas y las verduras, así como de las semillas, nos muestran que Dios es BONDADOSO y cuida de su creación.